Eres mi visita número

domingo, 29 de abril de 2012

Boots & Trees


Hacía tiempo que necesitaba un día así. Fuera de la monotonía aburrida de la ciudad. Lejos de los ruidos de los coches y de la gente hablando, y de cualquier aparato electrónico, a parte de un televisor pequeño. Aunque nunca pensé que sería subiendo al pueblo.
Siempre hay alguna que otra pelea, o riña, entre familiares, pero nada grave que comentar.
Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba medianamente bien, y por fin lo he conseguido. He subido sacando fotos del paisaje que siempre me había gustado poder fotografiar pero que nunca encontraba el momento oportuno. Me he dado cuenta, a pesar de llevar subiendo por esa carretera durante toda mi vida, que no me sé el orden en el que están las cosas interesantes del paisaje y mucho menos el de los pueblos. También ha sido la primera vez que subo escuchando música más o menos bajita.
Ha sido llegar a mi destino y ponernos prácticamente a comer como si no hubiese un mañana, y eso que últimamente me ocupo de comer justo lo necesario, cosas de haber leído hace poco Los Juegos del Hambre, supongo. Cuando han terminado el café, yo no he tomado pues luego me iba a sentar un poco mal, nos hemos desperdigado por la casa sin poder evitarlo. No he prestado atención a qué lugar se ha ido cada uno, solamente a los que nos hemos quedado en la cocina. Mi tía y mi padre leyendo el periódico, mi abuelo dando la chapa por ahí, y mi prima y yo haciendo solitarios mientras en la televisión estaba puesta la Cuatro, y en ella El Rey León III (que el otro día viendo Castle me enteré de que existía).
Más tarde a mi madre le ha entrado el mono de salir de la casa y nos hemos ido todos a andar como en los viejos tiempos. Bueno, todos, menos mi padre, que como siempre, se había perdido por algún lugar insospechado. ¡La de tiempo que no íbamos al pilón a coger renacuajos! Ya casi se me había olvidado la sensación del barro mojado bajo mis zapatillas, agarrándome a mi madre para no caerme como hacía un tiempo era mi costumbre. Mi prima ha tirado media bolsa de marranadas, como dice mi querida abuela, al suelo. Mi padre ha aparecido de repente y sin avisar detrás nuestro. Y mi abuelo nos ha enseñado lo que era el lavadero antiguamente (ahora lo acaban de poner nuevo). Por cierto, los renacuajos del pilón estaban todos muertos -el calentamiento global ya está haciendo mella hasta en los animales más pequeños- o todavía por nacer.
Cuando hemos vuelto a casa de nuevo nos hemos puesto mi prima y yo a hacer solitarios, ahí es donde me he dado cuenta que me tenía que haber llevado un libro porque enseguida me he frustrado porque no había manera de que me cupiesen las malditas cartas encima de la mesa.
Luego nos hemos vuelto a la ciudad pasando por la misma carretera que en el principio del día pero haciendo el recorrido contrario, cómo es lógico.
Ahora tengo la necesidad de continuar escribiendo la historia aquella en la cuál había un colegio pasando por uno de los claros que están cerca del pueblo, pues de pequeña, siempre había imaginado que a lo lejos, perdido entre las ramas de los árboles, había un lugar donde gente extraña iba a dar clases...

Ésta fue mi aventura del día, ahora me voy a ver Buenafuente... Que aunque me guste perderme en la naturaleza también me gusta reírme de cosas con sentido.

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