Eres mi visita número

domingo, 6 de noviembre de 2011

Take me to the emergency...

No sé cómo empezar esta entrada, últimamente no encuentro las palabras exactas para escribir nada de lo que se me pasa por la cabeza o que me gustaría vaciar de ella, pero por intentarlo no pasa nada...
El caso es que ayer fue uno de los días más raros de toda mi vida; era el cumpleaños de una de mis amigas y no me encontraba demasiado bien, al menos no tan bien como me hubiese gustado estarlo. Mi malestar no sólo era psicológico si no también físico. Vivir una semana en una casa sin apenas calefacción no ayudaba demasiado, entre eso, comer apenas nada y dormir mucho menos hicieron que mis defensas bajaran peligrosamente.
Bueno, la verdad que después de haber pasado una de las semanas más aburridas y deprimentes de toda mi vida no tenía muchas ganas ayer de fiesta.
Se pasó todo el día lloviendo y parando de llover (mareándome infinitas veces), y yo estuve la mayoría del tiempo viendo la televisión, al menos hasta que mi madre me mandó irme a hacer algo de "provecho", lo cual en mi caso debería significar: hacer deberes, pero que yo interpreté cómo: ponerme a ver Cómo conocí a vuestra madre.
A las nueve, es decir un poco después de que llegasen mis padres de hacer la compra, salí a la calle a esperar al autobús que me iba a llevar al lugar del cumpleaños. Allí estaban mi amigo y su amigo (qué bonito queda), y fuera en la calle la gente tan maja que se supone que tiene mi edad...
El cumpleaños estuvo más o menos decente, a pesar de que tuvimos que estar esperando a una de mis amigas más de media hora acabando casi con las cosas que había por la mesa para ir comiendo. Terminamos de cenar, le dimos los regalos a la del cumpleaños, y fue después de la tarta y el bizcocho de chocolate cuando las cosas empeoraron para mí y mi estómago.
Durante los tres días que estuve en la ciudad donde estudio mi estómago daba señales de estar vivo dándome ganas de vomitar cada dos por tres, y eso es lo que pasó ayer a eso de las doce de la noche.
Nos bajaron en coche a la ciudad, y cuando entramos al bar de nuevo comencé a encontrarme mal, me hubiera gustado decir que lo hice adrede y que en realidad no me daban ganas de vomitar, pero realmente me daban ganas de hacerlo; por no añadir que me daban rayadas el estómago y comenzaba a marearme poco a poco. Luego salimos a la calle y parecía que ya me encontraba mejor. Pero en cierto modo estaba demasiado cansada como para estar de humor para bailar, o al menos hacer cómo que bailaba. Así que cuando fueron a entrar a la discoteca, a eso de las tres de la mañana, llamé a mis padres y vinieron a por mí.
Y todo esto sin poder quitarme de la cabeza al chico al cual llamamos Pocahontas, tarzán y mudito; mierda para mí.
En estos momentos no tengo ganas de vomitar, pero mi garganta parece despertarse después de un año estando dormida.

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